lunes, 28 de septiembre de 2009

Lizardi



Lizardi, vino Rimbaud preguntando por tí
y le dijimos
que también nosotros te esperabamos
que hacía mucho tiempo que no aparecias
por casa
y nos sentamos sobre la hierba
a comer relojes
y enviamos mensajeros
a la torre de Alós
por ver si estabás
ahuyentando cuervos
en aquellas largas escaleras
luego escuchamos la campana
los ladridos de los perros
surgías de pronto en el camino
dando tumbos
estabas por fín entre nosotros
pero sólo eras
un cadaver
sentado en el trono de un otoño ya perdido
alguién cerró tus ojos
adiós, adiós
y amanecía sobre las zanahorias, sobre la huerta
cuando te enterrábamos,
oh petit poete, sin canciones sin cohetes
colocado cuán largo eras
entre los terciopelos de un hueso de albaricoque.

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