viernes, 25 de septiembre de 2009

Lombriz de domingo






Minhoçao significa gran lombriz. En Sao Pablo hay una enorme autopista de hormigón armado construida en el año 1970 por el gobierno de Faira Lima. Su construcción sepultó una zona de casas residenciales habitadas por familias de clase media alta y partió a la ciudad en dos mitades, conformando una nueva organización urbana, en la que una de sus partes se pauperizó.

Los espacios verdes que eran frecuentados por los habitantes de la zona se convirtieron en grandes espacios de cemento, así como también los balcones de los edificios fueron obstruidos, pues quedaron a tan solo cinco metros de la autopista, con lo cual la contaminación sonora alcanzó un índice altísimo

Tal como quedó demostrado en muchas ciudades, estos proyectos urbanísticos generaron diferentes problemas. En el caso de San Pablo, el Minhoçao fue un frecuente punto de conflicto desde sus inicios. Violaciones, robos y matanzas aquejaban a los usuarios de la autopista noche tras noche. El gobierno resolvió, luego de varios proyectos, cerrar la autopista los días de semana en horario nocturno; y destinar el lugar como centro de recreación los días de domingo.

Muchos de los habitantes de la zona, inmigrantes del nordeste en su mayoría, instalan sus puestos ambulantes en la autopista. Allí, desde los niños hasta los adultos, se apropian del espacio como lugar de ocio en Domingo y por las noches, creando un escenario brutalmente humano y desconcertante.

Pensar en una arquitectura opresiva abre un camino para entender nuestra historia.

(extracto de un texto de Juliana Fraile)

Los pobres

Dice David Bodanis en Los secretos de una casa que cuando vamos del dormitorio a la cocina, el roce de los pantalones hace que se desprendan de la piel millones de escamas muertas de las que se alimentan universos enteros de bacterias y ácaros que viven en la alfombra del pasillo. La realidad está llena de seres microscópicos que dependen de nuestro sudor, de nuestra caspa. Así, cada vez que nos peinamos, colonias enteras de microorganismos, cuya patria es la moqueta del cuarto de baño, permanecen con la boca abierta hacia el cielo esperando ese raro maná que le envían los dioses.

También según Bodanis, basta un gesto inconsciente, como el de abandonar el periódico sobre la mesa de la cocina, para destruir civilizaciones enteras de neumomonas que viven en las grietas de la madera. Lo que llamamos polvo está compuesto en realidad de un conjunto de partículas, entre las que se incluyen esqueletos de ácaros, patas de insectos diminutos, excrementos infinitesimales y las células muertas de nuestra piel. Todo eso flota en el aire, a nuestro alrededor. Si no nos espantamos de ello, es porque no lo vemos. 
 
 
 


 
 
Sin embargo, quizá la realidad visible no sea muy distinta: el 80 por ciento de la población mundial está constituido por pobres que no vemos, aunque ellos viven con la boca abierta, como bacterias, esperando que les caiga algo de nuestros cubos de basura: viven de las escamas muertas que desprendemos al andar. Y cada vez que realizamos un gesto cotidiano, como el de firmar un tratado de libre comercio o solicitar un préstamo a bajo interés, miles de ellos perecen ahogados en la tinta de la pluma. A veces, desde los pelos de una alfombra fabricada en la India o desde el corazón de la selva Lacandona, nos llega un alarido que el fundamentalismo de la moderación no nos deja escuchar.

Juan José Millás. Cuerpo y prótesis

Cuarta portada de la revista La gárgola


Tercera portada de la revista La gárgola


Segunda portada de la revista La gárgola


Primera portada de la revista La gárgola