martes, 6 de octubre de 2009

Trasnocho



Ese muerto olía a trasnocho.
Desde mi ventana
percibí aromas de muerte
en la penumbra.
Algún bus en afán,
raptó su aliento
dejándolo tirado en la calle,
como perro sin dueño.
Apestaba a muerte fresca,
sin rocío
bajo el canto de los buitres
en retirada.
Acababa de llegar gente a visitar su ida,
a ponerle un periódico
sobre el rostro
para que yo no supiera
a que se le parecía la mirada.
Intuí
que dentro de sus ojos vacíos
seguía el pensamiento
de qué hacer con su familia
si el sustento quedaba suspendido
en los cielos secos,
sin maná para los deudos,
curiosos de conocer
el sino del pariente
en boca de ruedas
necias
sobre piedras muertas.
Y yo, todavía perseguida por la inquietud,
¿por qué vislumbré al muerto
desde un ángulo
que sólo me adjudicaba su presencia
para recordarme
que el ausente de alma
permanecerá vivo en mi memoria
como quien sacude
la patria con el despertar
de una aurora sin olvido
entre humos de dolor
por el desatino de un conductor,

veloz en ser asesino.


Poema de Bella Clara Ventura publicado sin su permiso

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